Ajá sí, soy yo.... de nuevo.
No explicaré porque me fui, supongo que todos ustedes, fieles y amables lectores, encontraron algo más interesante que hacer en mi ausencia, como sacarse la pelusa del ombligo -no, en serio, muchos de ustedes deberían hacerlo-.
El caso es que estoy aquí. ¡Regresé! ¡Cómo fichera! digo... ¡En forma de fichas! Con menos gracia que antes, pero con más hambre que nunca.
¡En fin! entremos de lleno a lo interesante...
Ustedes no están para saberlo pero yo sí para contarlo -porque soy bien chismosa- y es que hace una semana exactamente -días más, días menos- me encontré al borde de la muerte y eso me gano por andar sola en la calle cuando el gallo está a punto de cantar, snif.
¡Fue aterrador! En serio, fue muy aterrador.
Estaba yo muy tranquila cuando de pronto alguien se acercó a mí por la espalda –acercamiento de cobardes y violadores- y balbuceó cosas que no pude entender.
En ese momento la sangre se me fue del cuerpo, mi mente se bloqueó y volteé lentamente al encuentro con mi acosador extraño no favorito. Juro que quise morir al verlo.
Aquella persona me lanzó una mirada fulminante que distorsionó aún más su feo rostro y entendí en ese preciso momento que no debí verla a la cara, que mi hora había llegado.
Con pésima dicción repitió lentamente las mismas palabrejas que jamás entenderé, verdaderamente el miedo me tenía paralizada, nadie a mi alrededor parecía darse cuenta de lo que estaba sucediendo ¿por qué demonios nadie voltea? -pensé-.
De pronto sentí su aliento en mi nuca, su cuerpo cerca del mío, cada vez más cerca, ca-da-vez-más-cer-ca y quise huir ¡¿pero cómo?! Estaba detrás de mí aquella persona horrible y para colmo, el mundo parecían no darse cuenta de nada ¡PUTOS!
Fue cosa de segundos, pero a mí me pareció una eternidad, no puedo dar tantos detalles como quisiera porque mi mente se bloqueó, sólo recuerdo haber tenido mucho miedo, MUCHO.
Es mentira eso que dicen, que cuando estás al borde de la muerte recuerdas toda tu vida, NO, yo pensé en todas las cosas que ya no podría hacer... y fue peor.
Por un error de cálculo -calculé mal la hora, calculé mal la ruta- dejaría de hacer infinidad de cosas interesantísimas, como volver a comer chocoflan hasta el vómito, pero esa es otra historia.
Estaba yo tan adentrada en mis miedos y arrepentimientos, cuando me di cuenta que su cuerpo ya no estaba junto al mío, al parecer se cansó de repetir una y otra vez aquello que no quise entender, quizás me perdonó la vida, quizás se dio cuenta que yo sólo soy un pobre conejillo radioactivo, quizás nunca lo sabré.
Pude ver claramente como su cuerpo flacucho y sin forma se alejó lentamente, aún recuerdo su mal gusto para vestir, su rostro deforme, sus piernas sin gracia, su deplorable imagen.
Cuando recobré la razón, me apresuré a comprar mi cena -sí, ni la muerte me quita el hambre- y corrí lo más rápido que pude a mi casa.
Por suerte no pasó a mayores mi fatal experiencia, pero confieso que a una semana del terrible suceso aún tengo pesadillas, aún recuerdo su cuerpo junto al mío, su fétido aliento :(
Y es que oigan, encontrarse cara a cara con Carmen Campuzano no es cosa fácil.
¡Mi vida es una tragedia, tras otra!